India, el viaje interior

Veinte amigos en su mayoría sotorrealeños, unidos además por su afición al Yoga nos embarcamos este verano  en la aventura de recorrer juntos un camino especial  en la India.  Este periplo por este fascinante país  fortaleció  su diario  encuentro  con el yoga tanto físico como sutil. Además resultó ser un peregrinaje divertido lleno de aprendizajes y anécdotas.

India  es un país que no te deja indiferente. Es inefable…difícilmente puede describirse con palabras lo que se siente. Ni siquiera las fotografías son suficiente testigo de las historias que hay tras ellas.  Es necesario dejarse impregnar por lo que sucede y  vivirlo  en primera persona para recoger la sutileza de su legado. Cambia  el corazón de la gente que lo transita, que pasa de ser observador a integrarse con sorpresa habitando la experiencia que se mira.

Siempre que se viaja a India, concurren dos tipos de viajes  un viaje exterior y  un recorrido interior.

El itinerario exterior en este caso fue  largo y hermoso: Delhi, Udaipur, Pushkar, Jaipur, Amber, Agra, Varanasi y Rishikesh.   Paisajes  externos llenos de contrastes …testigos  de la historia  que visitamos en palacios,  altares, monumentos… reflejados en lagos de montaña y en las intensas  aguas sagradas del Rio Ganges que fue nuestro acompañante presente durante todo el viaje.

Conviven en un caos ordenado de alguna misteriosa manera diferentes religiones, filosofías, lenguas costumbres y etnias. Una experiencia llena de dualidad y sugerencias donde tan pronto podemos experimentar la devoción profunda de sus gentes hacia sus Dioses, el silencio sereno y abrumador de la paz en un Ashram como al instante siguiente sumergirnos en el caótico deambular en sus calles ruidosas repletas de personas, animales, enseres y  tráfico…

Nos embriagamos de  sabores desconocidos a nuestro paladar… desde los dulces y aromáticos tés preparados en la calle hasta los condimentados arroces  basmati … Nos dejamos seducir y acariciar por las exquisitas telas de seda bordada en hilo de oro manufacturadas con el mismo amor al detalle que hace siglos. Recuperamos la fascinación por los perfumes de sándalo, rosa y jazmín tan profusos en oriente que despertaban nuestra adormecida sensualidad occidental.

 Lo que hace especial a un país es su paisanaje, su cultura, su forma de vida. A través de ellos,
India se muestra pura, sin recato. Te ofrece su identidad y su autenticidad, su generosa hospitalidad, junto con la difícil convivencia entre las antiguas tradiciones culturales y una modernidad e innovación por la que se apuesta con fuerza basándose en una educación más igualitaria y fomentando modernas tecnologías e investigación de las que en alguna de ellas  son pioneros en el mundo.

  Se muestran en tiempo presente lo ancestral y lo novedoso, en forma de de guiños que nos mantienen en un viaje lleno de sorpresas… por ejemplo  trenes, motos  y autobuses repletos de gente,  autopistas que se hacen carreteras de tierra, animales en las calles (vacas, monos, elefantes, camellos…).

En medio de este caleidoscopio de estímulos  nuestro heterogéneo grupo de exploradores se manifestaba también en continuas muestras de respeto y  amistad de unos con otros, en una convivencia plena de detalles de generosidad y afecto, resonando y compartiendo con la variopinta oferta externa.

India también perturba nuestro mundo interno que debe responder ante lo nuevo poniendo a prueba nuestro sentido de identidad.  Aquellas situaciones que nos sacan de nuestra zona de comodidad se convierten en experiencias iniciáticas que ineludiblemente nos conectan con nuestro lado más vulnerable.

 Cada vez que nos cruzamos con alguien en  India, nos encontramos con sus ojos, que siempre nos hablan si sabemos escuchar. Esos ojos grandes y luminosos de los niños que parecen decirnos “Jamás olvides tu inocencia” …Esos ojos sabios de los brahmanes que nos dicen “También tú eres sabio y profundo”…Esas miradas sonrientes de las mujeres que nos dicen a otras mujeres “Hola somos hermanas” …  Todos adaptados a las circunstancias que les ha tocado. Que diferente  con nuestro teatral mundo occidental en el que vivimos con las máscaras de nuestros personajes diarios.

Cuando la diversidad muestra una disparidad tan profunda con lo que conocemos habitualmente, nuestro sentido del juicio a veces insconsciente aflora  rápidamente para darnos soluciones y facilitar la comprensión  en estas  situaciones desconocidas que brotan a cada paso del viaje. Sin apenas darnos cuenta surgen nuestras huidas de aquello que no nos  gusta o nos trae miedo o inseguridad, nuestra justificación ante lo que nos remueve y nos conmueve… sin darnos cuenta de que  eso que compartimos nos hace más humanos.

Se van escribiendo episodios por el camino para fortalecer y templar el alma de quien transita por su propio viaje paralelo. Este viaje  lleva a descubrir que es lo que realmente tiene valía de lo que trajimos en nuestra identidad, que al igual que una maleta del viajero guarda todo  lo que tenemos y somos en este momento… Tal vez al regreso sea tiempo de meditar y actualizar el contenido de la misma con la experiencia vivida.

Nos encontramos con atribuciones distintas a nuestros valores y formas de pensar, vivir y comunicarse que nos desestabilizan.  Una auténtica diversidad que pone a prueba nuestra capacidad de adaptación.

Encontrarse con lo diferente  cuestiona lo que en nuestro entorno de origen damos por verdades sin que hasta ahora nos hayamos planteado si lo son también para nosotros.  El contraste con lo diferente nos invita a hacerlo.

En los viajes que he hecho a India, esta circunstancia ha ido calando poco a poco en mí, hasta aprender a valorar  que el aspecto más valioso que me ofrece es el regalo de su autenticidad  digna y positiva, además de su profunda devoción presente en cada persona y objeto con los que te cruzas allí.

Es un regalo constante cuando observas el amor y el respeto profundo a todo. Amor y respeto a la vida y al vivir. Incluso los rituales de muerte son una alegoría de su conexión con la vida.

 En India  descubrimos con asombro que hay una fuente de inspiración propia que pone en marcha nuestro potencial de recursos cuando nos vemos sumergidos entre  lo mundano (Samsara) y lo divino (Nirvana) tan manifiestos en cada rincón y cada instante recorrido en esta aventura paradójica.

Un turista no es un extraño en India. Es uno más en el paisaje… Eres cuando rindes tu mirada evaluadora y te permites ser uno de ellos….un ser humano.

Los hindúes te cuidan, te aceptan, te respetan y te incluyen entre los suyos.  Te ofrecen sus tradiciones y forma de vida, te hacen partícipe de sus ceremonias y de sus creencias con cercanía y nunca te sientes indiferente a su amor y sus cálidos gestos de amable gratitud.

 Al regreso  a España mucha gente nos preguntaba:  ¿Te ha gustado India?  Mi respuesta  sería:”No sé si me gusta o no me gusta pero sé que India es una oportunidad de abrir la puerta para limpiar, amueblar, reestructurar o consolidar nuestro mundo interno siempre que hayamos sabido mirar más allá de  las apariencias.

India es elegida para muchos de los que transitamos por ella  porque te conecta con tu viaje interior, que es la experiencia íntima que vive cada viajero que la recorre.  Siempre este encuentro  te pasa factura, a veces física, a veces emocional pero nunca te deja indiferente. Siempre hay un antes y un después de tu viaje.  Esa abrupta autenticidad que nos entrega no nos deja permanecer en una cómoda situación neutral de observadores.

India nos invita desde el contraste que impulsa su latido particular a mirar en nuestros contrastes interiores.   Quizás por eso cuando vuelves, la amas o la odias.   Ella, sólo te ofrece el regalo de ser tu espejo y siempre te ayuda a conocerte mejor.

Por ese y tantos otros motivos, cuando aterrizo en el país, siempre quiero besar ese suelo indio que me hace más grande cada vez que lo piso.

Gracias India.

Gracias Compañeros de Viajes Internos y Externos

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